21.5.07

Carta abierta de la Madre Naturaleza

Domingo -- de ---------- del 20--
Querida humanidad:

Escribo esta carta para exponer por escrito y explícitamente, dado que parece la única manera que entienden, mi profundo deseo de su extinción. He intentado ya por muchos otros medios comunicarles mi decisión, tomada tiempo ha, pero me veo obligada a utilizar la palabra, artificio de su invención, que es la vía universal de ustedes, mortales.

Tan sabia y perfecta y caigo en el yerro, dirán, pero se equivocan. Mi perfección está en hacerme responsable de mis equivocaciones, y es lo que he intentado hacer, pero parece que la humanidad toda no se hace cargo de su destino fatal, no incorpora en su conciente la naturaleza errónea de su existencia.

Yo, como fuerza creadora y organizadora, he de tener un método de trabajo, y ese es el de ensayo-error. Tantas especies han perecido bajo este concepto de creación, pero así fue que lo dispuse desde el principio de las cosas. ¿Por qué es que el hombre se niega a continuar con el ciclo vital que he establecido?

Recuerdo todavía el momento en el que la idea surgió, fresca y novedosa, aquella de una especie capaz de razonar y aprender, con amplias capacidades mentales. Estaba, en efecto, muy entusiasmada con el proyecto, casi extasiada, por lo que no medí las consecuencias que esto tendría en el fino equilibrio con el que he de trabajar diariamente.

El tiempo pasó y supuse, teniendo en cuenta la manera en la que las cosas han de suceder en el ensayo-error, que el ser humano se extinguiría eventualmente. Me preocupé por otras cosas y dejé que el mecanismo natural hiciera efecto. ¿Equivocada? En efecto.

Pónganse ustedes en mi lugar, observando un animal insignificante, desposeído de armas genéticas, defensas contra el frío y frágil como la más fina hebra de paja, cuya única ventaja residía en su inteligencia: las glaciaciones, sin ir más lejos, terminarían con él. Pero el hombre cayó ante el hambre y construyó armas para cazar y alimentarse; sintió frío y robó las pieles a otras especies; se supo vulnerable y encontró refugio y defensas.


Admito haber menospreciado el poder del raciocinio. Tarde o temprano, pensaba, más allá de ver la capacidad de supervivencia y adaptabilidad del humano, caería bajo su destino, así estaba planeado. Sin embargo, siguieron extendiendo su estadía en la Tierra, y en el momento en el que su existencia significaba la inexistencia de otras especies, me vi obligada a tomar acciones drásticas.

Verdaderamente, los he de felicitar, y no niego que algo de orgullo tenga por haberlos creado, pues han corrido una carrera eterna y me han vencido en todas, pero todo tiene un límite.
¿Ustedes conocen la frustración? Entonces imaginarán un poco la mía. Miles de veces he intentado e intentado e intentado, pero jamás logré mi objetivo. Lo hice creando predadores, pero los vencieron; escasez de alimentos, y se las ingeniaron con la agricultura; cambios climáticos: consiguieron reponerse. Pensé, luego, tratar desde una perspectiva minimalista, y creé la más amplia variedad de bacterias y virus. ¿Qué sucedió? Encontraron la manera de hacerlos desaparecer. Sus cuerpos mismos les avisan que están en donde no deberían estar, se autodestruyen, pero ustedes los acallan con operaciones y procedimientos médicos.

Así es, humanidad, la frustración suele derivar en enojo y furia, y de esa manera lo hizo. ¿Qué se supone que tengo que hacer para restaurar el equilibrio? Las catástrofes no son efecto de un mero capricho, sólo son una tentativa de limpiar el planeta de una basura muy difícil de erradicar. Me duele azotar duramente la Tierra, pero son los intentos desesperados de una mujer demasiado desesperada, al borde de un ataque de nervios.

¿Es esto un llamado a la guerra? La guerra es un concepto únicamente humano, yo sólo hago mi trabajo. Tómenlo como les parezca, pero tengan en cuenta la determinación natural. ¿Querían un por qué de tantas cosas? Aquí lo tienen.

Siempre suya,




Madre Naturaleza