16.7.08

Ley Universal de Gravitación

Siempre intentaron hacerme entender a la gravedad como la fuerza de atracción entre dos objetos; pero yo, obstinado me dicen, sostengo otra explicación, mucho más simple.
A mi parecer, la gravedad es la noción de un lugar propicio para la caída. Es decir, uno cae no por la presencia de una fuerza de atracción, sino porque hay un lugar en el cual es factible la caída.
Propongo, para sostener mi afirmación, un pequeño viaje al espacio exterior. Supongamos, mis amigos, que nos encontramos flotando en la nada. ¿Por qué es que flotamos? No, no es porque no hay gravedad. O sí, porque esa noción de un lugar sobre el cual caer es inexistente.
De a poco nos vamos acercando a un planeta. ¿Qué va ocurriendo? Nos vamos a ver atraídos, cada vez más rápido, hacia su superficie. Esto ocurre porque, al estar lo suficientemente cercanos a él, tenemos la noción de poder caer sobre el mismo.
La lógica de mi teoría es inefable, y se explica fácilmente.
Supongamos, ahora, que nos hubiésemos ubicado DEBAJO de este planeta. ¿Qué hubiera ocurrido? Hubiésemos sido atraídos lo mismo, pero hacia arriba, en dirección al planeta.
Aquí muchos claman "Pero, justamente, subir no es caer", pero aseguro que luego de unos momentos, la sensación de caída sería la misma, a pesar de iniciar la trayectoria de manera ascendente.
Propongo, ahora, imaginar un túnel que atraviese de un extremo a otro, por el mismo diámetro de la misma, a nuestra Tierra. Más que un túnel, el resultado sería un pozo, un pozo sin fondo.
Lancémonos hacia las fauces de esta entrada al centro de nuestro planeta. Caeríamos, indudablemente, pero, ¿hasta dónde?
Es aquí que hago hincapié en la noción de un lugar sobre el cual aterrizar, o gravedad. Por lógica, nuestros cuerpos ccaerían sin fin hasta llegar al núcleo del planeta, donde, por inercia, comenzaríamos a elevarnos por el otro lado del túnel.
Como todo lo que sube ha de bajar, así lo haríamos nosotros cuando el impulso de la caída se acabe y comencemos a caer, pero esta vez, en sentido opuesto al recorrido, es decir, nuevamente hacia el núcleo, hacia el extremo del pozo por el cual habíamos ingresado.
Nuestra nueva caída sería idéntica a la anterior: al pasar el centro, comenzaríamos a elevarnos, y luego volveríamos a descender. Es posible que, al no tener dónde caer, nadie nos vuelva a ver jamás, sólo nos dedicaríamos a subir y bajar, una y otra y otra vez.