30.10.07

promulgación de la antipatía

tantas grietas
y al final se resquebrajó.

no me van a volver a ver,
no me van a reconocer.
se van a asquear,
van a querer negar la realidad.

porque voy a recubrirme de ustedes,
voy a construir un muro de espejos
que refleje lo que ustedes pretenden,
lo que ustedes imitan como realidad.

impenetrable, superfluo,
nunca más antipático.
y al que realmente le importe,
el que se atreva a cruzar su reflejo,
como alicia a través del espejo,
le será mostrado un paisaje mesiánico.

voy a hacer que me odien,
que duden de mi intención verdadera.
voy a ser eco de sus voces,
pero un narciso por dentro,
porque mi amor es incierto
aunque haya vivido clamando por tierra.

me apagaré intermitentemente
y suspiraré en la oscuridad
mas que solo me sienta:
no hay mayor paz aparente
que la real que uno presiente
en la inmensa soledad.

y como dije antes:
aquel que ose cruzar,
mil infiernos y malicias.
el que quiere celeste,
que le cueste,
pero el precio ha de pagar.

es una oda al egoísmo,
al cansancio y la frustración.
no hay más justa antipatía
de aquel teniendo corazón
es negada recepción
y truncada la alegría.

el muro aquí comienza,
la imagen se empieza a reflejar.
cubierto de plata y estaño
podré estar más de un año,
a menos que me fundan
y me vuelvan a forjar.

la luz nunca se apaga,
sólo crea obstáculos que prueben
que vale lo que duelen
los sufrimientos que la vida regala.

la luz seguirá brillando
y continuará esperando
alguno que la contemple
y sostenga su mirada
fija y admirando.

29.10.07

plumas. veo plumas y unas gotas de sangre en el cielo.
las veo y rotan, expresan su movimiento, porque son libres.
la sangre y las plumas, esparcidas en el aire.

con mis manos extendidas no las alcanzo
porque navegan más allá de lo que yo puedo comprender.
me afierro fuertemente a estas cadenas, a estos metales,
que ya han dejado marca profunda en mis tobillos.

trastabillar es rutina.
avergonzarme, la tarea diaria.
enamorarme, una obligación.

gotas de sangre. escupo gotas de sangre
desde lo más profundo de mi garganta.
es sangre negra, putrefacta, que busca purificación.
¿la encontrará junto a las plumas?
¿la encontrará en el aire?

un veneno fue inyectado.
el mercurio denso corre por las venas;
el arsénico diluído en las arterias;
y un corazón vibra intermitentemente,
esparciendo la muerte con cada latido.

plumas. construyo sobre las plumas del aire,
convirtiéndome en un arquitécto efímero más.
con un soplo de eolo y mis estructuras colapsan,
mientras las gotas de sangre se multiplican con cada demolición.

el vapor tornado rojo ya,
y un vaho a hierro merodea por las nubes.
lo que las plumas sostenían
sucumbe bajo el peso de la humedad carmesí.

no hay rayo de helio puro tras el velo sangriento.
se forman dos alas teñidas de vida arrebatada
y en un fortuito batir
inician la precipitación de un mar sofocante.

la inocencia se impregna con las toxinas,
por cada gota de sangre envenenada,
y las plumas simplemente navegan,
porque son libres.



13.10.07

El potus nos acariciaba, pero ella pidió perdón


Perdón, me dijo. Perdón... Es increíble cómo la gente piensa que con una palabra, que con ESA palabra, las cosas se reparan mágicamente. Es la credulidad del ser humano, esa fantasía que recorre los pasadizos de sus mentes en el momento en el que se lee el primer Abracadabra en un cuento de hadas. ¿Y el resto? ¿Y el resto qué? ¿Qué pasa con esa pila de escombros que alguna vez fueron edificio? ¿Quién la va a juntar?

Ella siempre había sido un misterio; una noche con piernas de mujer, de esas que ocultan sus estrellas y abismos en la más oscura cripta. Sin embargo, jamás pensé que pronunciara esas palabras, y menos pensé en la repercusión que pudiera tener. Perdón... Simplemente cayó como un baldazo, como un empujón que me arrojó de esa nube de la cual observaba la inocencia humana.

¡Y me hizo sentir como uno de ellos! ¡Me hizo sentir el crac de mis sueños destrozados! Me hizo sentir crédulo. Pero la crédula es ella, al decir Perdón.



¿Qué más esperaba? Uno no puede salir inmune viviendo en la Tierra. Tarde o temprano arriban esas personas, esas palabras que te denigran y degradan. Es como una muerte momentánea, como una degustación del rencor y el odio. Y al principio te sentís poderoso, y te sentís vigoroso, y te sentís imparable, eterno, lleno de energía. Pero al rato caés en la angustia inmediata de la traición. Esas heridas en el pecho, en la mente, en la lengua, en los oídos.

Perdón, me dijo. Maldita sea. Después del encuentro en la habitación del hotel, de la pasión bajo el potus que adornaba la repisa del cuarto, con los brazos de la planta rodeándonos y llenándonos de caricias, ¿por qué fue a hacer eso? Entiendo la separación, entiendo sus horarios y su postura frente a nuestra inescrupulosa y desenfrenada relación. Los abrazos junto al trapeador, los arrumacos junto a su balde, la estadía en el lecho, con ella y su ropa olor a solventes. Quizás fue eso, el aroma a Ciff, la potencia de la lavandina, lo que me atrajo a sus carnes, lo que incitó la lujuria, pero mi duda está en por qué pronunció la palabra, por qué no se fue en silencio solemne de mucama de hotel.


Perdón, me dijo. Me lo dijo esta mañana, luego de explicarme por qué se debía ir, y después de poner el perfume en el baño, cambiar las toallas, hacer la cama y devolverme la llave de la habitación. La palabra resuena, junto al sonido chirriante de su carrito de limpieza.