29.7.12

Excusatio

Te escribiría mil palabras,
una oda, una canción,
mil sonetos, mil hazañas,
cien latidos del corazón.

Te cantaría dulcemente
melodías desesperadas
y en los recovecos de mi mente
sangrarían pensamientos osados
de lágrimas derramadas
y suicidios improvisados.

Suspiraría ante tu belleza
y narraría mi desconsuelo
de llevarte siempre en la cabeza
y de ver a Cupido en pleno vuelo.

Te construiría monumentos,
estatuas y adornos de palabras
que expresaran los tormentos
tan agobiantes y lacerantes
de lo profundo de mis entrañas
que sufrirían como nunca antes.

Clamaría a los cuatro vientos
cuánto sintiera esa enorme pasión;
dibujaría más de mil cuentos
que expresaran mi sensación.

Se volvería repetitivo mi describir
una y otra vez, apasionado,
de la instintiva sonrisa y su surgir
al admirar tus ojos distantes
en aquel ver desinteresado
del día y de sus instantes.

En los albores de la mañana
ansioso, anhelante, despertaría,
y con la Luna y su luz cana,
espera e insomnio sobrevendría.

Intenté escribirte amores,
sentencias dulces almibaradas,
pero los verbos de mis clamores
sólo suspiran angustias duras
que lloran tristes y amargadas
la ausencia de Amor y sus locuras.

Procuro, intento, me levanto
firme y sollozo mi lamento
de querer desearte tanto
y encontrar sólo tormento.

Porque no estoy enamorado,
(¿Cómo podría ahora estarlo,
conociendo y experimentado
del amor los sufrimientos?)
y ya ante nadie quiero serlo,
la posesión del sentimiento.


Desesperante y angustiante,
espero y angustio insensible
que esta soledad agobiante
se me disipe inasequible.

Pero ya conozco de mi Ser
la Nada que trae aparejada
y el soliloquio que es nacer
atraviesa mi cabeza como un río
de agua turbia y anegada
con las tristes notas del hastío.

En el Amor yo ya no creo
(Desde hace rato, es aparente)
y el grito aullante del deseo,
de la pasión se ve carente.

Me siento triste y confundido,
no escribo más que atormentado
porque el Amor yo ya he perdido
en la adicción al pensamiento
de haberlo vacuo yo encontrado
y sin sentido al sentimiento.

Querría sentir pasiones
y sabotajes del corazón
pero contiénenlo las prisiones
y el gran discurso de la razón.

Antes fui romántico e ingenuo
y en el romance yo hallé sentido
y las frases las escribía estrenuo
sintiendo bien en lo profundo
las congojas de ser herido
justo en el alma, ser errabundo.

Hoy de alma yo carezco
y no poseo melancolía;
ahora la angustia que padezco
es la nostalgia de aquellos días.

Te amo, lo digo cien veces,
y de tus besos escribo epitafios
que ni en mil años ni en cien mil meses
el viejo Tiempo podrá borrar,
mas de Cupido y de sus bestiarios
sólo mitos, sólo rumores he de encontrar.

De aquél Amor que yo perdí
quedan recuerdos y fantasías
y las verdades que ayer creí
hoy son memorias de sus mentiras.

¡Fatídico día el que llegó
cuando el Amor se había apagado
y de su sombra sólo quedó
un amor vano y minúsculo
y un triste ser enamorado
con corazón sólo de músculo!

¡Oh, Noche! ¡Oh, Día!
¡Frenen el paso del tiempo!
Pues ya no siento la algarabía
de saborear ese lamento

que me desgarra y me congoja
con alegrías y sensaciones
de la ventisca ser una hoja
que viaja y sube los cardinales,
después desciende las estaciones
y se esconde en los matorrales.

Te quise componer un himno
en que el Amor y tu virtud fueran el tema
pero quedé atrapado en este limbo
y en las tristezas y la agonía surgió un poema.

Tal vez llegue a quererte,
incluso a enamorarme,
y estas frases queden inermes
en los poemarios que hay en mi mente,
pues un poema es sólo arte
y el que ama, tan sólo miente.

7.1.12

Diálogo nocturno

La noche es más oscura. ¿Qué es la luz? Una mera línea sobre un fondo infinito, indefinido. "La noche de lo innominado", un concepto que siempre me agradó. La falta de luz, eso es la oscuridad. El silencio, eso es la oscuridad. En la penumbra, la luz sigue existiendo, definiendo, martillando, cincelando brutalmente el cuerpo eterno de la noche. Es necesario romper la línea, quebrarla, fraccionarla, silenciarla. El silencio.


En el silencio surge la oscuridad más profunda. La noche es más oscura. Abraza, borra, deshace. Paradójicamente, devora la existencia de las cosas. Todo se pierde en la noche. ¿Qué se pierde? Las cosas. Lo concreto. Lo abstracto. El todo. El todo es innombrable. El todo es abominable. La noche es el todo. ¿Qué es la luz? La luz es una línea. Una línea es una sucesión infinita de puntos. Un punto es indivisible. Un punto es inmensurable. Un punto no es nada. Una sucesión infinita de nadas. La luz es la nada. La noche es el todo.

Hoy la noche es más oscura. Cuando la luz no es nada, sólo queda oscuridad. Las estrellas se hunden en el infinito espacio. El reflejo de la luna se precipita hacia el abismo. Perder los ojos en el horizonte. La vista se hace borrosa. Los detalles se pierden. La luz cobra su verdadero ser.

Detalles. Todo parece ser un reservorio de detalles. La noche surge entre los delicados adornos que la luz le esculpió. Trozos de noche en el suelo. Un detalle. De las infinitas palabras que gritan el sentido de las cosas, sobresale la oscura verdad del silencio. El ser es inmenso, sobrecogedor. El ser calla su verdad. Su verdad es callar.

La luz hace gritar a la noche. Tortura desde tiempos inmemoriables el secreto de la oscuridad. El silencio enloquece a la luz. La luz se desespera y redobla su esfuerzo. Se empeña. Se empecina. Se enfurece. Lacera violentamente la noche de lo innominado. La oscuridad es un buen confidente. La luz hace gritar a la noche. La noche permanece en silencio. La luz grita. Tras la sombra se esconde el sentido de la luz. La sombra es el sentido de la luz. La noche guarda celosamente su sentido. La línea penetra profundamente en la oscuridad y se pierde. Una sucesión infinita de puntos. Un punto infinitamente sucedido. Instantes en la noche. La noche es un instante. Un instante es un detalle en la inmensidad del tiempo. La luz exclama. La luz nombra. La noche calla. La oscuridad es su silencio.

Un golpeteo constante. Toc. Toc. Toc. Lo hueco de la noche. El martillo de Nietzsche. No, la noche es maciza. El silencio es macizo. El silencio es impenetrable. La línea se pierde penetrando lo impenetrable. La luz es su propia sirena. Luces en la noche. El día es la noche iluminada. El día es la noche. El día calla. La luz es su silencio, aunque no lo sepa.

La locura de la luz. Una búsqueda interminable. La luz paranoica. Se siente engañada. La noche calla. La luz se indigna. Violenta la boca de la noche. Brota sangre. La oscuridad brota de la noche. La oscuridad brota de la herida. La oscuridad brota de la "herida". Lo innominado ya dijo todo. La luz permanece insatisfecha.

El silencio. La tranquilidad del silencio. La noche es su propia noche. La luz es de la noche. Esta noche es más oscura. Un detalle, quizás, imperceptible. Al final, todo es una sumatoria de detalles. ¿Detalles? Ya no.

1.1.12

Soliloquio mortuorio

Hace mucho tiempo que no escribo. Es algo que vengo pensando hace rato, ya. Y es algo que se siente adentro, muy adentro, profundamente, un latido latente que no se escucha pero que sí se siente, al menos adentro. Es un hedor, una peste. Se huelen las palabras, muertas, putrefactas... Es algo que se pudre adentro. ¿Adentro? No hay nada.


Hace tiempo que no escribo. Decía que lo vengo pensando hace rato. Pensar, eso, pensar en eso, pensar DE eso. Pienso a costa de mis palabras. El pensamiento mató el arte. ¿Mi arte? Ningún arte. ¿Es acaso arte balbucear? Uno espera mucho del arte, uno espera mucho de sus palabras. A veces se sabe que debe ser algo vano... Sibyl Vane, así decía Wilde, al menos. All art is quite useless... Una amiga me citaba esta frase. "Completamente", traducía, pero yo sabía que era "Bastante". Todo arte es bastante inútil.... Puede ser. ¿Y mis palabras? ¿Y mis letras? Las Letras. Letras. Así empieza a pudrirse todo.

Pero, ¿y esa inutilidad? "Bastante" es la traducción correcta. Cuantifica con exactitud: si el arte fuera completamente inútil, no se pudriría en su propia inercia. El arte en acto sería una necrosis constante. Pero en mi interior se pudre la potencia de las palabras. Toda la potencialidad de la narración siendo desperdiciada.

Pensar, decía, pensar hizo que el escribir muriera. Razonar, interrogar al mundo, interrogarse. Al pensar demasiado ingresé al crematorio de todas las líneas que no inventé. ¿Y las iría a inventar? ¿Por qué escribir? ¿Por qué huelo la muerte, la podredumbre, la miseria de mis letras?
Bergson decía que el mecanicismo de lo aparatoso recubriendo el impulso de la vida es el origen de lo cómico, que es lo anti-humano; Schopenhauer pensaba que la verdadera totalidad se escapa al hombre por su propia naturaleza racional, por sus categorías a priori que cubren con matemática exactitud el flujo del noúmeno; Nietzsche consideraba que las líneas apolíneas de nuestra razón encuadran y delimitan la poderosa y dionisíaca corriente de lo irracional, de lo verdaderamente Uno. En algún punto, todos simbolizan lo que siento en este entonces. Y su tragedia mayor es que pretenden evadir el pensamiento a través del pensamiento mismo. La serpiente se muerde su propia cola, pero es inmune a su veneno.

La vanidad, decía, el ser vanos, la inutilidad... Así me doy cuenta de que el arte salva. Narrar no es más que encontrar esa historia presente en cada objeto, en cada sensación, en cada vivencia que representa en sí misma un escorzo absoluto y único del universo. Narrar es evidenciar lo vano en la existencia, es demostrar el eterno drama humano del ser vano. De ese modo, narrar se vuelve una actividad vana. "Completamente", entonces, parece ser la correcta traducción.

No escribo porque no me resulta útil. Ya no puedo valorar una palabra como puesta en su sitio. Ya no puedo evaluar un párrafo en su armonía interna. La retórica se me ha vuelto un nefasto compendio de banalidades. Y así tampoco puedo apreciar una obra ajena, una expresión de afecto, una palabra de amor. Todo carece de sentido. "Del polvo vienes y en polvo te convertirás". De la nada nada sale. De la nada surge un ser que se dirige hacia la nada.

Pensar, nuevamente. Dicen que pensar es un parricidio. Pensar es un articidio, un homicidio. Pensar es un suicidio. Pensar es un ejercicio mortuorio.

Quiero vivir. Quiero sentir la vida. Escribir me da la vida. Porque escribir es vano, y la vida es completamente vana. Aquí está mi romanticismo a flor de piel. Quiero ser romántico. Que en mi interior haya una certeza ilógica, irracional, en que algo se oculta detrás de las palabras. Porque la realidad es que toda palabra, en su máxima inutilidad, apunta siempre a otra cosa. La palabras son fines en sí mismas, son humanas, son libres.

¿Por qué no puedo escribir? Es la nada que me lo impide. Escribir es absurdo. Me dedico a pensar en lo absurdo. Pensar me aleja de lo absurdo. La vida es absurda. Pensar me aleja de la vida. Escribir es la vida. Escribir la vida. No lo hago.

Llorar o reír. Entregarme al delirio, a la locura, siempre lo supe. La muerte es evadirse. Pensar que todo termina en la muerte es, al fin y al cabo, esperanzador: cese del pensamiento. Uno espera la muerte. Con la muerte llega el fin de lo vano. Quiero escribir vanamente mi propia muerte. Pensar es narrar la muerte del escribir. Pensar es morir.

Simplemente no hallo el sabor. El olor putrefacto es tenue ahora, porque todo lo veo muerto. Las palabras no son ya las vanas. ¿Qué me impide ir a suicidarme? Se acortaría la espera. Escribir es vano. La vida es vana. ¿Y el resto? Las cosas simplemente son. Una mesa es una mesa. Una piedra es una piedra. Ejemplos clásicos. ¿Qué soy yo? Una cosa que piensa. Una cosa que muere. Una cosa que vive. Una cosa absurda.

Se huele en el aire. La pestilente muerte de las cosas. Todo descansa muerto, sepultando el cadáver de Dios, apestando el ambiente. Las cosas que eran, que son, ya son sidas. En algún momento iban a ser, pero el pensar decapitó sus posibilidades. Un principio vacío que se arroja hacia el vacío. Esto es la angustia. Ay, Juan Pablo, otra vez. ¿Y mis palabras?

Me había arrancado las palabras de la boca. Sus cuerpecitos inmóviles, abortados, colgando de cada una de mis sensaciones. ¿Y si todo estuviera escrito? Uno tiene miedo a repetir lo escrito por la vanidad de sus propias oraciones. Pero si escribir en sí mismo es inútil, repetir, repetirSE es una tentación. ¿Y no hacer nada? Escribir es no hacer nada.

Y simplemente no escribo. Por ende, no hago el hacer nada, y entonces hago algo. Pienso. ¿Pensar es hacer algo? Creí que lo absurdo de la vida había quedado demostrado. Pensar no puede ser hacer algo, es más bien hacer nada. ¿A qué puerto desembocar? A ninguno, a ninguna parte. Lo majestuoso de la inmensidad del mar es la nada de sus límites. La infinitud es un símbolo de la nada. Lo sobrecogedor de un cielo estrellado se explica en lo minúscula que se siente la nada humana ante la nada universal. Hay nada.

Pero pensar y escribir... Pensar mata el escribir. Pensar es hacer nada. Escribir es no hacer nada. Escribir es hacer algo. Escribir es vivir. Pensar es la muerte de toda vida. En algún punto, quiero creer en la salvación artística. Vuelve el romántico. Federico Guillermo, esta vez. Siempre fui romántico, siempre quise serlo. Encontrar en una sinfonía un crescendo sobrecogedor. Descubrir en el baile frenético una presencia que domina el alma. Todo se desquebraja rápidamente. Son ilusiones frágiles, pero persistentes. ¿Y el amor? El amor todo lo puede. El amor es ALGO. Y sin embargo... El pecho intensamente hostigado por heridas de amor. Se sana al crecer, se sana al morir, se sana al pensar. Pensar en el amor. Pensar DEL amor. Pensar mata el amor. El amor muerto no es ya más que nada. El amor no es nada.

Muerte del romanticismo: ser romántico resulta vano. Un amigo sufre porque no cree en la libertad. La insufrible paranoia de saberse determinado. Se entristece. Lo estimo, le soy condescendiente. Estar determinado es tranquilizador. El vano optimismo mecanicista. La libertad monstruosa. Los monstruos del hombre son sus acciones. El llanto no es más que la expresión de una causa vana para un fin vano.

Pensar, deseo pensar. El deseo de pensar. Pensar en el deseo. Pensar DEL deseo. El deseo mueve el mundo. El flujo eterno y abrasador del deseo. El deseo desemboca en el deseo. Desear el deseo. La necesidad se sucede a sí misma. No hay objeto final de deseo, no hay primer motor inmóvil. ¿Y si lo hubiera? Siempre cabe la posibilidad de desear algo más. El torbellino de la regresión al infinito. Eros insano. Deseo la vida. Vivo el deseo. Vivo del deseo. El deseo es vida. Pensar el deseo lo banaliza. El pensar es la muerte del deseo porque lo muestra vano. El deseo es vano. La vida es vana. La vida es un eterno desear banalidades.

Y al final escribir... All art is quite useless. "Completamente" pareciera ser una buena traducción, tentadora, absoluta. El pensar es desear lo absoluto. Pensar absolutiza todo. Pero el arte es una relatividad constante. Lo vano absoluto en contra de lo vano relativo. El golpear en el pecho de una hermosa melodía. El sobrecogimiento de una escultura sumamente expresiva. La vida se explica en pequeñas idioteces. Los pequeñitos cuerpecitos de las palabras muertas esperan para dar sentido a la vida, aunque su existencia sea vana. La nada corroe la realidad por todas partes. La angustia se filtra por todas partes. Esas palabras son un intento de cubrir las grietas. ¿Un intento? Un intento vano. Pensar conlleva estas conclusiones.

¿Y Dios? Dios ha muerto. El pensar ha matado a Dios. Kierkegaard encuentra a Dios en el pensar, a través de las grietas del mundo. El abismo insalvable de Pascal. Los ojos del divino espían a través de nuestras desesperaciones. La fe parece un sano refugio. Las palabras son vehículo de lo divino. Las divinas palabras, muertas. Se me muere lo divino. ¿Lo profano? ¿Lo místico? En el fondo subyace la esperanza de lo místico. En mi espalda se esconde el misticismo, lejos de mi mirada, de mi vano pensar. La divina negación de San Dionisio. Llevo sobre mis hombros la divina bruma, cargo con algo en lo que no creo. Pero más pesada es la nada. La nada pesa.

El cuerpo podrido de Dios es prueba. Las palabras muertas yacen junto a él. Querer la muerte. Pensar en la muerte. Pensar DE la muerte. Todo nace y muere. El que muere piensa. Piensa porque muere. Muere porque piensa. ¿He muerto por pensar? Han muerto mis palabras, y por ello ha muerto la vida. El vitalismo. Alguna razón había. Lo tangencial de lo absoluto oculto en cada acción, en cada suceso. Hume y su negación de la causalidad. Todo es un acontecimiento. El tiempo se desvanece. El pasado pierde su efecto. El futuro es una nada. Hay abismo, hay vacío. No hay nada. Hay nada. ¿Sobre qué sostener las palabras?

Creatio ex nihilo. Sostener las palabras en la nada. En el fondo, ¿el misticismo o un salvaje nihilismo? Escribir por lo absurdo. La vida es absurda. Escribir por la vida. Escribir la vida. Escribir es vida. Subyace el pensamiento. La vida envenenada por el racionalismo. La absurda elección por la vida, por una vida absurda. El arte es la elección vana. El amor es un arte. El arte de amar. El amor es una elección vana. Se escribe porque en el fondo se cree. Saber que se cree es no creer ya. Otra vez Juan Pablo... Mala fe. ¿Hay fe a secas? Se ama porque en el fondo se cree. Se elige creer. La mala fe sostiene la vida.

Pensar en elegir. Quiero elegir. Pensar es elegir. Pensar es vano. Elegir es vano, y se elige lo vano. Las palabras vanas, las elijo. El amor vano, lo elijo. Intento mantener la alegría de lo trivial. Las cosas solemnes terminan por llevar al suicidio. Pero pensar es un suicidio. Pensar en el suicidio. La solemnidad de un fin último es la importancia de la muerte. La muerte es el fin último. La muerte es un fin vano.

Nacer. Pensar en nacer. Pensar DEL nacer. Pensar es nacer. Nacer es llorar. Llorar es pensar en lo absurdo de la vida. La angustia. Pensar es absurdo. Nacer es absurdo. Un principio vano.

Escribir es lo vano que da sentido a lo vano. ¿Círculo? Todo es circular, depende de dónde se esté parado. Para el ojo de Dios todo es circular y eterno. Dios observa todo desde la tumba. Desde la muerte, todo es circular. Escribir desde la muerte lo circular del escribir. ¿Escapar del pensar? Pensar es morir. Morir es el cese del pensar. El pensar mismo se suicida. Escribir desde la tumba el pensar imposible. Narrar la vida desde la muerte. Algo más cercano a Dios es simplemente cuestión de una mayúscula.