2.4.10

Sísifo

- Qué pesada es esta roca.
- Así lo dispuso el Señor.
- ¿Y qué es el “Señor”?
-
Tú lo sabes bien. Es lo que sabes que es.
-
Pero, justamente, ¿qué es el “Señor” para mí?
-
Es lo que está por sobre tu cabeza.
-
¿La cima de este monte?
-
No.
-
Qué pesada es esta roca…
-
Debes llevarla o su peso te aplastará.
-
¿Hasta la cima de este monte?
-
Y arrojarla por el otro lado.
-
Pero pesa tanto…
-
Pesan tanto como tus dudas.
-
¿Y el Señor no tendrá piedad?
-
¿Y qué es el “Señor”?
-
Lo que está por sobre mi cabeza.
-
Entonces no la tendrá.
-
Alguna vez estuvo a mi lado.
-
Alguna vez fueron pares.
-
Alguna vez lo sentí igual.
-
Pero nunca lo fueron… Sigue empujando.
-
Lo intento, pero la roca resbala.
-
Empuja con fuerza.
-
Le he pagado con sangre, sudor y lágrimas…
-
Hace falta más.
-
… y con sangre, sudor y lágrimas me ha premiado.
-
La roca no se moverá por sí sola.
-
No la moveré ni un centímetro más.
-
¿Es que no has aprendido nada?
-
Quiero hablar con el Señor.
-
Entonces empuja la roca hasta la cima.
-
No.
-
Es la única manera.
-
¿Acaso no puede escucharme?
-
Está por sobre tu cabeza.
-
Pues que baje.
-
Su peso te aplastará.
-
¿Y qué? Ya he perdido todo. Todo lo he perdido. Y esta roca es lo único que queda.
-
Siempre queda el Señor.
-
¿Qué es el “Señor”?
-
Es lo que intentas conocer.
-
No me engañes. No deseo saber nada más sobre el Señor y sus asuntos.
-
Pagas diariamente sangre, sudor y lágrimas. No niegues lo evidente.
-
Día a día me arrastra la roca. Comienzo a creer que ni mi sangre ni mi sudor ni mis lágrimas valgan algo al dichoso “Señor”.
-
Empuja, un poco más, sólo empuja.
-
Qué pesada es esta roca…
-
Sólo tan pesada como tus dudas.
-
Yo no tengo dudas: tengo fe.
-
Pues la fe que tienes la estás perdiendo.
-
No inventaríes sobre mi fe. Me han quitado todo, todo me han quitado, excepto mi fe y esta roca.
-
Empuja y verás que no invento cosas.
-
Ya me han hablado de ti y de tus farsas y de tu “Señor”…
-
¿Qué te han dicho?
-
Que no existes.
-
¿Quién te lo ha dicho? Estás completamente solo en este sitio.
-
Solo… Completamente solo…
-
Con esta roca y…
-
…el “Señor”.
-
Exacto.
-
¿Eres tú el Señor?
-
No. El “Señor” está por sobre tu cabeza.
-
Cómo pesa esta roca… Me sangran las manos nuevamente.
-
Límpiate un poco y sigue empujando.
-
Pero me duele tanto el cuerpo que ya no lo siento.
-
Justamente. Sigue empujando.
-
¿Hasta la cima de este monte?
-
Sí.
-
¿Con mis propias manos?
-
Para ser libre.
-
¿Y veré al Señor?
-
El Señor está por sobre tu cabeza.
-
¿Y qué sentido tiene la roca?
-
Todo el sentido.
-
Ya estás desvariando.
-
El que debería desvariar eres tú: has perdido mucha sangre, sudor y lágrimas.
-
Todavía tengo mi fe.
-
Y esta roca. Sigue empujando, y quizás sólo te quede la roca.
-
No quiero perder mi fe. Me sentaré aquí.
-
Su peso te aplastará, no dejes de empujarla.
-
Pero es cada vez más pesada.
-
Sólo tan pesada como tus dudas.
-
Empiezo a creer que verdaderamente no existes y que estoy desvariando. Debo tomar algo de agua.
-
Aquí sólo hay fuego y azufre. Con suerte llevarás la roca hasta la cima de este monte.
-
¿Y el “Señor”?
-
¿Qué hay con él?
-
¿Lo veré en la cima?
-
Su peso te aplastará.
-
Tengo deseos de llorar.
-
Las lágrimas no sirven de nada. Empuja la roca.
-
¡Eso hago! ¡Eso hago! ¿Acaso no me ves?
-
Sudas como un cerdo. Tal vez deberías descansar un poco.
-
¡Pero su peso me aplastará!
-
Sólo si dejas de empujar la roca.
-
¡Me estás volviendo loco! ¿Es eso lo que quieres?
-

-
Cómo pesa esta roca… Me sangra el cuerpo y creo que nada me importa más que llevarla hasta la cima de este monte.
-
La sangre se recupera, la fe no.
-
Pesa cada vez más…
-
¿Tan fuertes son tus dudas? Falta poco. Resiste.
-
No creo llegar… No tengo fuerzas… Se quiebran mis huesos…
-
Bajo su peso, todo se quiebra. Sigue empujando.
-
Tengo fe en lograrlo.
-
Tu fe morirá con tu cuerpo, pero la roca seguirá rodando.
-
Veo la cima, es muy luminosa.
-
Así la ves porque subes desde lo profundo.
-
Todo es hermoso desde aquí. Quisiera lanzarme hacia ese lago, el que está junto al árbol.
-
Si lo haces, la roca irá contigo.
-
¡Pero su lugar es la cima de este monte!
-
Por sobre tu cabeza.
-
¿Y el Señor?
-
El también te seguirá: su peso te aplastará…
-
… y quebrará todo de mí, lo sé.
-
Tu fe permanecerá intacta.
-
¿Qué sentido tiene la fe sin un cuerpo?
-
Todo, y quizás ninguno. Tú empuja la roca, que es lo importante.
-
No importa más el lago, ni tampoco el árbol. No tengo fuerzas.
-
Falta poco, ¡vamos! Sólo un poco más.
-
Ni sangre ni sudor ni lágrimas pueden soportar el peso de esta mole.
-
Tu fe quizás lo logre, o por lo menos tu vida.
-
¿Dónde está el Señor ahora?
-
Por sobre tu cabeza, y allí debe estar.
-
¿Por qué no me aplasta y termina con este dolor?
-
Porque tu fe está intacta.
-
¿Debo sentirme feliz por eso?
-
No exactamente.
-
¡No puedo más con esta roca!
-
No dejes de empujarla, por nada en el mundo.
-
¡Es imposible! ¡Mis piernas, mis brazos! ¡Todo duele!
-
Tus dudas deben ser inmensas.
-
¡Nunca dudé de nada! ¡Siempre seguí empujando!
-
Entonces no has estado razonando bien.
-
¡Señor! ¿Dónde estás?
-
Siempre, eternamente, por sobre tu cabeza.
-
¡Nada de esto puede ser real!
-
¿Qué?
-
¡Ningún “Señor” puede hacer esto!
-
¡Calla! ¡Calla inmediatamente!
-
¡Tú tampoco existes! ¡Es como me lo habían dicho!
-
¡Pero tú estás solo en este páramo! Son sólo tú y la roca, nadie más.
-
¡Así es! Por eso mismo dejaré esta roca.
-
Su peso te aplastará.
-
Y así también lo hará el Señor.
-
No, él no estará aquí.
-
¿Y dónde, entonces?
-
Por sobre tu cabeza.
-
Estoy exhausto…
-
Empuja la roca.
-
Me niego.
-
Hazlo.
-
No.
-
¡Vamos!
-
No más sangre.
-
Falta poco. ¿Abandonarás así todo lo que has logrado?
-
No más sudor.
-
Todavía tienes fe. Jamás lograrás empujar la roca.
-
No más lágrimas.
-
Siempre pensando en ti mismo.
-
Eso no es cierto.
-
Entonces empuja la roca.
-
¿Con qué sentido?
-
Hazlo por el “Señor”.
-
El Señor no existe. Tampoco existes tú.
-
Sólo existes tú.
-
Exacto.
-
Y tu propio peso te aplastará.
-
Así sea.
-
Me llevaré la roca.
-
¿A dónde la llevas?
-
¿Y qué importa ya? Si sólo existes tú.
-
Pero… Si existieras, ¿a dónde la llevarías?
-
Al otro lado de este monte, pasando la cima, con alguien más digno de ella.
-
¿Y el “Señor”?
-
Por sobre la cabeza de otra persona.