Sísifo
- Qué pesada es esta roca.
- Así lo dispuso el Señor.
- ¿Y qué es el “Señor”?
- Tú lo sabes bien. Es lo que sabes que es.
- Pero, justamente, ¿qué es el “Señor” para mí?
- Es lo que está por sobre tu cabeza.
- ¿La cima de este monte?
- No.
- Qué pesada es esta roca…
- Debes llevarla o su peso te aplastará.
- ¿Hasta la cima de este monte?
- Y arrojarla por el otro lado.
- Pero pesa tanto…
- Pesan tanto como tus dudas.
- ¿Y el Señor no tendrá piedad?
- ¿Y qué es el “Señor”?
- Lo que está por sobre mi cabeza.
- Entonces no la tendrá.
- Alguna vez estuvo a mi lado.
- Alguna vez fueron pares.
- Alguna vez lo sentí igual.
- Pero nunca lo fueron… Sigue empujando.
- Lo intento, pero la roca resbala.
- Empuja con fuerza.
- Le he pagado con sangre, sudor y lágrimas…
- Hace falta más.
- … y con sangre, sudor y lágrimas me ha premiado.
- La roca no se moverá por sí sola.
- No la moveré ni un centímetro más.
- ¿Es que no has aprendido nada?
- Quiero hablar con el Señor.
- Entonces empuja la roca hasta la cima.
- No.
- Es la única manera.
- ¿Acaso no puede escucharme?
- Está por sobre tu cabeza.
- Pues que baje.
- Su peso te aplastará.
- ¿Y qué? Ya he perdido todo. Todo lo he perdido. Y esta roca es lo único que queda.
- Siempre queda el Señor.
- ¿Qué es el “Señor”?
- Es lo que intentas conocer.
- No me engañes. No deseo saber nada más sobre el Señor y sus asuntos.
- Pagas diariamente sangre, sudor y lágrimas. No niegues lo evidente.
- Día a día me arrastra la roca. Comienzo a creer que ni mi sangre ni mi sudor ni mis lágrimas valgan algo al dichoso “Señor”.
- Empuja, un poco más, sólo empuja.
- Qué pesada es esta roca…
- Sólo tan pesada como tus dudas.
- Yo no tengo dudas: tengo fe.
- Pues la fe que tienes la estás perdiendo.
- No inventaríes sobre mi fe. Me han quitado todo, todo me han quitado, excepto mi fe y esta roca.
- Empuja y verás que no invento cosas.
- Ya me han hablado de ti y de tus farsas y de tu “Señor”…
- ¿Qué te han dicho?
- Que no existes.
- ¿Quién te lo ha dicho? Estás completamente solo en este sitio.
- Solo… Completamente solo…
- Con esta roca y…
- …el “Señor”.
- Exacto.
- ¿Eres tú el Señor?
- No. El “Señor” está por sobre tu cabeza.
- Cómo pesa esta roca… Me sangran las manos nuevamente.
- Límpiate un poco y sigue empujando.
- Pero me duele tanto el cuerpo que ya no lo siento.
- Justamente. Sigue empujando.
- ¿Hasta la cima de este monte?
- Sí.
- ¿Con mis propias manos?
- Para ser libre.
- ¿Y veré al Señor?
- El Señor está por sobre tu cabeza.
- ¿Y qué sentido tiene la roca?
- Todo el sentido.
- Ya estás desvariando.
- El que debería desvariar eres tú: has perdido mucha sangre, sudor y lágrimas.
- Todavía tengo mi fe.
- Y esta roca. Sigue empujando, y quizás sólo te quede la roca.
- No quiero perder mi fe. Me sentaré aquí.
- Su peso te aplastará, no dejes de empujarla.
- Pero es cada vez más pesada.
- Sólo tan pesada como tus dudas.
- Empiezo a creer que verdaderamente no existes y que estoy desvariando. Debo tomar algo de agua.
- Aquí sólo hay fuego y azufre. Con suerte llevarás la roca hasta la cima de este monte.
- ¿Y el “Señor”?
- ¿Qué hay con él?
- ¿Lo veré en la cima?
- Su peso te aplastará.
- Tengo deseos de llorar.
- Las lágrimas no sirven de nada. Empuja la roca.
- ¡Eso hago! ¡Eso hago! ¿Acaso no me ves?
- Sudas como un cerdo. Tal vez deberías descansar un poco.
- ¡Pero su peso me aplastará!
- Sólo si dejas de empujar la roca.
- ¡Me estás volviendo loco! ¿Es eso lo que quieres?
- …
- Cómo pesa esta roca… Me sangra el cuerpo y creo que nada me importa más que llevarla hasta la cima de este monte.
- La sangre se recupera, la fe no.
- Pesa cada vez más…
- ¿Tan fuertes son tus dudas? Falta poco. Resiste.
- No creo llegar… No tengo fuerzas… Se quiebran mis huesos…
- Bajo su peso, todo se quiebra. Sigue empujando.
- Tengo fe en lograrlo.
- Tu fe morirá con tu cuerpo, pero la roca seguirá rodando.
- Veo la cima, es muy luminosa.
- Así la ves porque subes desde lo profundo.
- Todo es hermoso desde aquí. Quisiera lanzarme hacia ese lago, el que está junto al árbol.
- Si lo haces, la roca irá contigo.
- ¡Pero su lugar es la cima de este monte!
- Por sobre tu cabeza.
- ¿Y el Señor?
- El también te seguirá: su peso te aplastará…
- … y quebrará todo de mí, lo sé.
- Tu fe permanecerá intacta.
- ¿Qué sentido tiene la fe sin un cuerpo?
- Todo, y quizás ninguno. Tú empuja la roca, que es lo importante.
- No importa más el lago, ni tampoco el árbol. No tengo fuerzas.
- Falta poco, ¡vamos! Sólo un poco más.
- Ni sangre ni sudor ni lágrimas pueden soportar el peso de esta mole.
- Tu fe quizás lo logre, o por lo menos tu vida.
- ¿Dónde está el Señor ahora?
- Por sobre tu cabeza, y allí debe estar.
- ¿Por qué no me aplasta y termina con este dolor?
- Porque tu fe está intacta.
- ¿Debo sentirme feliz por eso?
- No exactamente.
- ¡No puedo más con esta roca!
- No dejes de empujarla, por nada en el mundo.
- ¡Es imposible! ¡Mis piernas, mis brazos! ¡Todo duele!
- Tus dudas deben ser inmensas.
- ¡Nunca dudé de nada! ¡Siempre seguí empujando!
- Entonces no has estado razonando bien.
- ¡Señor! ¿Dónde estás?
- Siempre, eternamente, por sobre tu cabeza.
- ¡Nada de esto puede ser real!
- ¿Qué?
- ¡Ningún “Señor” puede hacer esto!
- ¡Calla! ¡Calla inmediatamente!
- ¡Tú tampoco existes! ¡Es como me lo habían dicho!
- ¡Pero tú estás solo en este páramo! Son sólo tú y la roca, nadie más.
- ¡Así es! Por eso mismo dejaré esta roca.
- Su peso te aplastará.
- Y así también lo hará el Señor.
- No, él no estará aquí.
- ¿Y dónde, entonces?
- Por sobre tu cabeza.
- Estoy exhausto…
- Empuja la roca.
- Me niego.
- Hazlo.
- No.
- ¡Vamos!
- No más sangre.
- Falta poco. ¿Abandonarás así todo lo que has logrado?
- No más sudor.
- Todavía tienes fe. Jamás lograrás empujar la roca.
- No más lágrimas.
- Siempre pensando en ti mismo.
- Eso no es cierto.
- Entonces empuja la roca.
- ¿Con qué sentido?
- Hazlo por el “Señor”.
- El Señor no existe. Tampoco existes tú.
- Sólo existes tú.
- Exacto.
- Y tu propio peso te aplastará.
- Así sea.
- Me llevaré la roca.
- ¿A dónde la llevas?
- ¿Y qué importa ya? Si sólo existes tú.
- Pero… Si existieras, ¿a dónde la llevarías?
- Al otro lado de este monte, pasando la cima, con alguien más digno de ella.
- ¿Y el “Señor”?
- Por sobre la cabeza de otra persona.
1 comment:
Buena Sisifo!
Entré espontáneamente a tu blog
viste? cada tanto entro!
te amo :)
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