16.2.08

Elefantes (I)

El alba se reflejaba sobre el lomo mojado de los elefantes, mostrándome una imagen de la cual me habían contado mucho, pero que jamás había tenido el agrado de disfrutar. Era una escena tranquilizadora. Es más, nunca antes me había sentido digno de percibir tal paz. Los granos de arena rodaban suavemente unos sobre otros, provocando microscópicas avalanchas en los médanos, y su leve sonido, casi imperceptible, formaba una sinfonía susurrante que envolvía a la playa entera.
Sólo me atuve a observar el horizonte y entrecerrar los ojos, disfrutando de los primeros rayos del día. Suspiré profundamente; la soledad me hacía suspirar. Sin embargo, no pude casi sentir la congoja en el pecho. Supuse que el océano tenía algo que ver. Siempre pensé al agua como un elemento noble, sanador, que rodea las heridas y las cauteriza lentamente, sin dolor, purificando la ponzoña, limpiando la corrupción virulenta.. Podía oler la sal en el aire, invadiendo mi nariz y mis pulmones, secando mi piel bajo ese sol matinal.
Sí, esa era la soledad; aquella soledad sana que buscan los profetas antes de revelarse al mundo, no la que estriñe el pecho con una fuerte correa de púas.
Volví a abrir mis ojos y miré nuevamente a la manada de elefantes. Qué bellos animales... Aquellas gruesas pieles, más duras que el plástico, y aquellos imponentes colmillos, conjunto a su enormidad titánica, les daban un aspecto particularmente intimidante, pero yo conocía algo de los elefantes, y sabía que tras su monstruosa brutalidad se escondían corazones inofensivos.
De pequeño me divertía hojeando los libros de Biología de mi abuelo, en especial por las llamativas ilustraciones y las coloridas fotografías. Todavía recuerdo haber leído, años después, luego de la ardua tarea de aprender a leer, sobre los hábitos migratorios de estos gigantes grises en un libro particularmente pesado. Jamás sabré qué fue lo que me llevó entonces a hundir mis narices en aquellas páginas, tan ajenas a mi entendimiento, pero sus palabras habrían quedado en mi cabeza como grabadas en metal al rojo vivo.
Los elefantes pasan sólo tres días del año en tierra, y lo hácen únicamente para templar sus cuerpos luego de la migración desde aguas más frías. Y es que, a comienzos del otoño, manadas de elefantes marchan por el lecho marino desde el sur hacia el norte para escapar de la incomodidad invernal. También había aprendido algo sobre su alimentación y reproducción, pero no sé por qué no recuerdo más que breves destellos de información.
Allí estaban ellos, en el amanecer de su tercer día en la tierra, y ya la estaban volviendo a abandonar. Ver sus cabezas sumergirse en el oleaje me dio algo de envidia... Si tan sólo fuese así de fácil, si tan sólo pudiese desprenderme de la tierra y de las preocupacions que hay sobre ella y rodearme de agua para curarme... Pero no soy un elefante, y este parece ser un beneficio exclusivo para ellos.
El silecio marino se vio quebrado por un grotesco trueno. Hacia el este se podía ver cómo un grupo inmenso de nubes grises se acercaba, acompañando al sol a modo de cortejo solemne. Me levanté y estiré mis piernas. Tenía arena sobre la ropa, la cual sacudí. Es increíble cómo el viento obra tan silenciosamente para hacernos desaparecer bajo un manto térreo. Si nos quedáramos completamente quietos, y con el tiempo suficiente, apuesto a que estaríamos todos enterrados.
Miré la hora: ya eran casi las ocho. En momentos todos se despertarían y descubrirían que yo no estaba. Comencé a marchar sobre ese colchón arenoso para llegar al camino. Había varios fragmentos de mejillones porque me encontraba relativamente cerca del faro. Nunca entendí por qué los mejillones tenáin la manía de aparecer por allí. Freud diría que por una adoración al falo o algo por el estilo...
Al llegar nuevamente a la carretera, me volví para contemplar la marcha de los paquidermos. De ellos tan sólo se vislumbraban las coronillas y los lomos sobresaliendo del agitado mar. Las nubes ya habían cubierto el sol, por lo que su reflejo no se veía más sobre sus pieles. Al rato, se supergieron del todo. No pude más que desear que, al año entrante, los volviera a ver.

1 comment:

Zabo said...

Estaba leyendo tu comentario mientras de fondo sonaba love me tender, le di una visión personal al texto. Me gusto mucho fede. Te quiero mucho amigo, gracias por todete.-