27.9.08

Erizos (IV)

Siempre me incomodaron los hospitales: el excesivo blanco, el silencio perpetuo que hace que los pasos retumben, el asqueroso olor a asepsia... La única diferencia con la nada misma es el conjunto de insulsos muebles y las múltiples y macabras imágenes religiosas. Como si los hospitales no fueran lo suficientemente intimidantes.
También se siente un aroma a muerte, a desgracia. La Parca disfruta deambular por estos lares. Hay una sombra permanente en el edificio, más aún en el pabellón de envenenamientos. Creo que hasta la morgue puede llegar a ser más alegre: los muertos no se angustian.
No lograba dormir. Estos pensamientos me mantenían despierto. El hambre que me pateaba el estómago tampoco ayudaba. Decidí, entonces, leer algo hasta que entrara el sueño. El único material disponible era, o bien la revista que había abandonado mi madre en su ataque de euforia, o bien el folleto que me había dejado el médico. Opté por el folleto.
Era una colorida y didáctica publicación del Ministerio de Salud Pública que trataba, obviamente, la temática de los venenos. En mi opinión, un tratado bastante bien organizado y diagramado. La lista de venenos iba desde metales y productos tóxicos a derivados de plantas y picaduras de insectos y otras criaturas. Las muertes provocadas por estos venenos no eran menos ilustres, pasando de meras asfixias y parálisis a un brutal colapso de las células del cuerpo. Me resultó un tanto alarmante, sin embargo, cierta frase que anunciaba:

"TODOS ESTAMOS EXPUESTOS AL ENVENENAMIENTO"

Encontré, entre toda esa información, un pequeño apartado sobre los erizos. Como el caso me atañía, no dudé en leerlo:

"Las toxinas encontradas en el veneno de los erizos son de una naturaleza particular: cada especimen fabrica una distinta, siendo todas ellas igual de letales. Incluso, se ha logrado hacer un símil entre las toxinas y los erizos así como nuestras huellas digitales: jamás se encuentran dos iguales en estructura, a menos que provengan del mismo individuo.
El efecto de este veneno es inmediato, provocando pérdida del conocimiento y parálisis del sistema nervioso central. La exposición prolongada a las toxinas también provoca destrucción de células óseas y hepáticas y gran cantidad de glóbulos blancos.
Se recomienda capturar al especimen una vez que ha envenenado a alguien debido a que la producción del antídoto proviene del erizo mismo. Éste fabrica, según el descubrimiento del Dr. Hammond en 1922, una toxina exactamente contraria en el momento del apareamiento para evitar envenenar a su pareja durane el acto amatorio.
Si usted ha presenciado un caso de picadura por erizo, lo primero que debe hacer es sostener al afectado para evitar..."

Dejé la lectura porque comenzaba a enumerar una eterna lista de recomendaciones sobre cómo actuar ante la picadura del erizo o cómo prevenirlas, lo cual era bastante inútil dada mi condición.
Tiré el folleto lejos. Me destapé las piernas y acerqué el pie izquierdo a mi cara para verme la planta. Ahí estaban, todas paralelas y ordenadas, las cicatrices de la picadura: una veintena de puntos morados bien gruesos. Algunos aún dolían. Me impresioné con sólo imaginar las filosas púas clavadas en mi pie. Un escalofrío me recorrió toda la espalda, haciéndome temblar levemente.
- ¡Bicho de mierda!
Me dirigía al frasco, donde el erizo parecía dormir, con sus agujar escondidas, flotando en el agua. Me invadieron unas horrorosas ganas de agarrar el tarro y tirarlo por la ventana, con bicho y todo, para poder descansar tranquilo. Incluso me incliné sobre la mesa para hacerlo, pero mi densa conciencia me recordó que necesitaba tener a la endemoniada criatura a salvo.
- Qué suerte que tenés...
En el agua del frasco, unas burbujas emergieron tímidamente. En realidad no parecía un ser tan despiadado, viéndolo así, inofensivo e inmutable a lo que sucedía fuera del vidrio.
Me di vuelta para ver por la ventana: una negrura completa. El patio del hospital era un lugar excesivamente tranquilo. De tanto en tanto veía una bocanada de humo, probablemente de alguna enfermera estresada que fumaba durante su descanso, o de algún familiar que se había quedado acompañando a algún desgraciado. La noche parecía traer al edificio cierta calma de ultratumba, cierta muerte aparente que, como un placebo, hacía olvidar a los enfermos sus dolencias. De los pasillos no surgían los comunes andares de emergencia, no se oía quejido alguno.
En este silencio, me puse a pensar en Julián, en cómo, en un desacato de furia, lo había apaleado. Pensé en cómo, horas después, se acercó a agradecerme, en cómo sus labios se posaron sobre los míos. Pensé en cómo no sentí repugnancia, sino una profunda angustia por no saber corresponder al sentimiento. Sin embargo, me sentía bien. Algo en mi interior me decía que esto era lo correcto, que todo lo que había hecho esa noche, ese verano, había sido lo correcto.
Giré en mi cama y apagué la luz. Me quedé observando unos minutos al erizo flotando en su frasco. La luz de la Luna, surgida tras una nube, se reflejó en el vidrio. Cerré los ojos y pensé:
- Quizás hasta esto haya sido lo correcto...

2 comments:

Unknown said...

Hey! me re gustó este capitulo, no se qué es lo que no te convenció, me generó expectativa, creo que la clave está en actualizar rápìdo jeje
espero con ansias la próxima entrega de erizos.
ay, estoy muy orgulloso de vos!! (lo tenia que decir para avergonzarte publicamente)

Micha Onni said...

ay, sí, me gustó mucho!
yo también espero con ansias la próxima.
y genial la descripción de hospital, me aterran esos lugares _ como cuando te morís de sueño y no podés dormir.