4.6.10

Ley Universal de Gravitación (bis)

Si las cuestiones, por lo menos occidentalmente hablando, siempre se han solucionado apelando a quién está arriba y quién está abajo (o quién debe o debería estar en cada sitio), los problemas han sido siempre un fenómeno verticalista. No por nada, nuestro amado geoide está dotado de innumerables meridianos -nefastos, aborrecibles- que lo dividen en infinitos gajos de manda-tierra: las líneas son, verdaderamente, flechas que apuntan (¿A dónde? Pues no se sabe bien).
El apuntado bien puede estar arriba, bien puede estar abajo, pero sólo uno puede estar en cada lugar: así lo determina el Estagirita. ¿Quién está arriba, quién abajo? ¿Son los osos polares los que mandan, atravesando una jerarquía geográfica, a los pingüinos antárticos? ¿O son las Malvinas más importantes que Islandia?
Meridianos son, entonces, los que señalan. Arriba y abajo, las categorías de importancia. Juntos, ensamblan un sistema de denominaciones y subordinaciones que en nada hacen gracia a los que les toca estar mirando el piso del universo.
¿Quién habla de paralelos? Ah, esos están bien tranquilos... Círculos concéntricos, equidistantes y autorreferenciales. No hacen mucho, claro que no, y poco ayudan en la determinación de quién manda (Ecuador es un vendido, no le hagan caso).
Entonces, variadas veces se ha intentado darle un fin a la cuestión: unos, campantemente, quizás arguyendo sobre la mayor cantidad de tierra en su lado, se autodenominan reyes del mundo, tomando a la muchacha por la cintura y gritando audazmente al iceberg - la osadía es menester en el piso de arriba; otros, tardíamente, dándose cuenta de que en la planta baja el techo gotea y la caldera hace ruido, vindican el Sur y dan vuelta al geoide, quizás clavando un globo terráqueo boca abajo (Perdonen las costumbres) para convencerse los mejores, pariendo una geografía un tanto puntiaguda.
Nadie se pone de acuerdo, claramente, y los meridianos -nefastos, aborrecibles- permanecen ambiguos y callados como oráculos. La verdad, a todo esto, es que siempre, occidentalmente hablando, los de arriba le pisan (O quieren, o pretenden) la cabeza a los de abajo. Si el de abajo, por lo menos, pudiera escupir al techo sin que la gravedad lo traicionara, la cuestión sería distinta, pero así se concibieron las cosas, en algún pasado remoto, lejano, dinosáurico, y así pensamos seguirán.
Sin embargo, la cuestión es fácilmente zanjable, no ya occidentalmente hablando, si descubrimos que a una esfera se le puede eliminar el arriba y el abajo. No, no estamos pensando fuera de Euclides, que con cinco hizo miles, sino que vemos a los meridianos con desconfianza y descubrimos que nos han engañado durante mucho tiempo.
Si el geoide gira sobre su eje, nos quedamos felices. Lo que nadie dijo, es que el eje, al que los meridianos -nefastos, aborrecibles- apuntan (¡Los tenemos!), deba estar de pie: Bien podemos acostarlo y hacer de la Tierra una hermosa vuelta al mundo.
¿Quién está arriba, quién abajo? Depende: de día unos, de noche otros. ¿Quién manda? Ya no importa. Al final, los verticales son los paralelos, y así hemos paralelizado un mundo. Ecuador, el traidor, se mantiene en el centro, pero de acostado pasa a parado, y que así vigile a algún astrónomo que se quiera hacer el vivo.
Los planetas giran verticalmente, al final de cuentas, y al pobre de Urano, que lo trataban de invertido, le quedaron unos anillos convencionales. No es absurdo, en absoluto, es coherente: como en una montaña rusa, la Tierra sube vertiginosamente hasta llegar a invierno y cae por su propio peso para, por una inercia impresionante, casi planetaria, elevarse por el otro lado.
¿Arriba? ¿Abajo? Si no hay donde caerse, dudo que importe mucho. En suma, día y noche se suceden y en la Tierra los hombres, así como en la Fortuna, tienen un poco de cada uno.
Las cuestiones, por ende, occidentalmente hablando, se solucionan apelando a quién está en el occidente.

1 comment:

Anonymous said...

como me gusta como escribir ...... siempre la inteligencia a flor de piel, como siempre te dejo un abrazo y dos besos en la frente, producto de mi mas cariñosa y afectiva sinceridad.-