7.6.11

Sube. Baja. Se retuerce. Escucha con atención las palabras que categorizan sus movimientos.
Padece. Accede. Se entrega. Sintetiza y bombea escudriñosamente a cada uno de sus recovecos.
No se detiene y avanza decidido, ciegamente, con los ojos vendados y vidriosos, cada vez más, más al fondo, más a la extrañeza de la nada, hacia una nada que no le pertenece.

Se paraliza ante una mirada, ajena, entrañable, manipuladora. No sabe qué hacer. Se acelera, lo reconoce. Se acelera más al hacerlo. Sangra. Se detiene. Avanza con más decisión.

No reflexiona. Se enrojece. Se enfurece. Explota en un mar de ansiedad, en oleadas de calor y frío.
Se martiriza. Asciende. Desciende. Agiliza su paso y no esquiva las vicisitudes de su naturaleza.
No escatima. No atesora. Ofrece. Se constriñe majestuosamente frente a lo sublime, a lo universal, a la inmensidad de un océano, de una planicie, de un cielo espejado de estrellas.

Se sobresalta ante la inminencia, lo desconocido, la muerte y sus secuaces, ante la noche, el sueño y las tinieblas. Se empequeñece tímidamente. Solloza. Se entristece. Niega con temor su propia ausencia.

No comprende. No se entiende. No quiere. No le interesa.
Siente. Vive. Se incendia.
Se aferra. No suelta. No lo permite. No se aleja.
Se lastima. Se hunde. Olvida.

1 comment:

Agustín said...

El otro día se me ocurrió que el rectángulo negro de "2001 Una odisea del espacio" es una metáfora del vacío hacia el que va el hombre en su vida y existencia toda.
Dime tu si tiene algo que ver con esto.