21.1.07

sudestada

18/01/07, pinamar, buenos aires, argentina
Libélulas recorren ansiosamente las dunas,
se posan ociosas sobre los granos de arena
y baten sus alas con violencia
invocando las precipitaciones estivales.
El sol refleja en las miles de facetas de sus ojos
generando colores primaverales, verdes y violetas.
Un híbrido sentimiento al ver al mar,
donde la vida comienza y acaba súbitamente,
donde edificios de agua se levantan
y se desploman, unos tras otros,
detonados por el peso de su propia vanidad.
Y la espuma se seca, deshidratada por el fuego,
dibujando líneas sinuosas de sal sobre la costa,
símbolos naturales, palabras sabias
encriptadas en un lenguaje oculto.
Cada ola escribe una oración,
extensísima como el horizonte,
que predice lo que dirá la siguiente.
Abruptamente, el proceso se detiene,
comienza un silencio marino
y los hipocampos relinchan en las profundidades.
Fallece el movimiento de la marea
dando paso a una superficie espejada y cristalina.
Aumenta el volumen de aquella masa acuática,
bajo la influencia de Diana oculta en el eclipse,
y uno se siente envuelto en el misticismo marítimo,
en la sensación de la infinidad,
de la nostalgia, del letargo.
El cielo va tiñéndose de negro,
como vencido por la oscuridad siniestra
de una deidad destructiva.
Y así como las nubes dibujan remolinos en las alturas,
en los corazones se arremolinan los temores,
mezclándose, combinándose,
creando un pánico que paraliza,
un pánico que da placer.
Fobos y Deimos iluminan
y dejan filtrar su influencia
por los huecos de la inmensa pared que cubre al Edén.
Suavemente se levantan los vientos,
despertando su furia, arrastrando partículas de polvo, agua y sal.
La brisa se convierte en ventisca,
la ventisca se transforma en tormenta de arena,
un vendaval agresivo bañado en diminutos cristales
que calan bocetos sangrientos en la piel
y que penetran en las pupilas llenas de lágrimas.
Las imágenes que quedan en la arena
son el reflejo de la devastación que se avecina.
Una sangría en la cubierta nubosa,
una herida en el cielo que tiende a la hemorragia,
al sangrado interminable que derrama sobre nosotros.
Piezas de agua divinamente forjadas
para lacerar cada centímetro de suelo en la Tierra.
Cuando se hidrata la grama, con las salpicaduras tormentosas, se libera el aroma.
Cuando se libera el aroma, me acuerdo del frío.
Cuando me acuerdo del frío, ansío el calor humano.
La sudestada es destructiva,
más aún cuando llevamos recuerdos dentro.



2 comments:

3,14159 said...

Creo que ultimanete siempre elijo semillas malas... es difícil estar abierta cuando las semillas corren lejos de uno.

Y te juro que mientras leía este texto se me ocurrían mil cosas para decirte, pero leí sudestada al final, y recién vengo de un lugar en particular... y la libre asociación de terminos como 'agua' 'inundación' 'sudestada' me hizo temblar de tristeza.

luego comentare algo mas optimista.
te quiero

Anonymous said...

de la foto me enamoré.
este texto me dejó pasmada.
el anterior me resultó muy agradable.