27.12.06

vainilla (tentadora)

los últimos rayos del día más largo del año son el marco perfecto para esperar esa tentación veraniega. tirado en el pasto, sólo oigo los zumbidos de las abejas que se acercan lentamente a las flores. ellas también sienten esa tentación, la que se percibe por los colores, olores y sabores del solsticio.

mi piel hierve y exhala cada gota de deseo que esconde mi cuerpo. con el calor estival emergen todas las fantasías que durante el año hibernan; y ese mareo, ese mareo de la insolación no es nada comparado con lo que me preparo a recibir con las tentaciones de diciembre.

el amarillo parece estar por todas partes, haciéndome creer rodeado de llamas solares. las abejas danzan absorbiendo el néctar que las flores ofrecen. y polinizan, infectan con vida otros cálices, y yo quiero ser polinizado, sentir ese agitar de alas transparentes y ver de cerca las franjas coloridas. quiero recibir un golpe de vida y salir del letargo.

cuando me levanto mis pies se sienten vacíos, hechos de aire. el vértigo infernal nubla mis sentidos y caigo, caigo porque la tentación tocó a mi puerta. no creo ser lo suficientemente fuerte como para resistirla.
pocas veces -o muchas- tenemos la oportunidad de negarnos a algo que ansiamos. ¿seguir el instinto como los insectos o aguardar mientras las nubes se arremolinan y se engrosan dentro nuestro? ya los truenos resuenan en mi propia tormenta, en mi propia tempestad, ¿y obviar todo eso?
en el estío el néctar se transforma en miel, el deseo se convierte en dulce impulso y el pensamiento se canaliza en precipitación. este ocaso de canícula terminará con la caída de las gotas, pero el cielo estará completamente limpio.

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